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12 fotógrafos en el Museo del Prado


El Museo del Prado presenta su primera exposición de la celebración de su Bicentenario: Doce Fotógrafos en el Museo del Prado, de la mano de la Fundación Amigos del Museo del Prado y con el apoyo de la Japan Tobacco International.

Con motivo de la efeméride, la pinacoteca ha invitado a doce creadores a plasmar sus miradas sobre ella misma, en una reflexión intrínseca del museo como espacio de expresión artística, del propio edificio como lugar físico que cobija las obras, pero también inspirados en aquellos que las contemplan. Con el espectador cambia la mirada, y son muchos los espectadores que a lo largo de estos 200 años que la institución conmemora han observado sus cuadros y contribuido a su trayectoria desde 1819. Una vez más, la mirada protagoniza el arte. El acto de representación que es la fotografía captura la historia del museo en un instante, desde la perspectiva de cada uno de los autores, que se materializa en las 24 obras que forman la colección -dos fotografías por cabeza-. Los nombres son José Manuel Ballester, Bleda y Rosa, Javier Campano, Joan Fontcuberta, Alberto García-Alix, Pierre Gonnord, Chema Madoz, Cristina de Middel, Isabel Muñoz, Aitor Ortiz, Pilar Pequeño y Javier Vallhonrat, doce de los principales fotógrafos contemporáneos del panorama español. A través de todos ellos, pertenecientes a tres generaciones distintas, el Prado pretende mostrar su capacidad inspiradora y su poder evocador, y reivindicar que permanecen dos siglos después de su inauguración. En palabras de Francisco Calvo Serraller, comisario de la muestra, la idea era seleccionar un grupo de artistas cuya «representatividad estética de diversos géneros es muy ilustrativa», con formas de entender y manipular la fotografía muy variadas. Esta iniciativa vincula con las anteriores El Museo del Prado visto por 12 artistas contemporáneos y Doce artistas en el Museo del Prado, en 1991 y 2007 respectivamente. El objetivo es reivindicar el diálogo que el arte actual mantiene con el de todas las épocas y estilos del pasado, porque «a quien sólo le interesa el arte contemporáneo o el arte tradicional es que no le interesa el arte en absoluto», sentencia Serraller. Por su lado, el director general del museo, Miguel Falomir, reafirma su compromiso con el arte contemporáneo: «El Prado siempre ha estado dentro del arte contemporáneo desde el mismo momento de su fundación y creo que esta exposición es modélica en este sentido: en el modo en que el museo tiene que trabajar con los artistas contemporáneos y tiene que servir, como ha sido siempre, de aliento e inspiración». En honor a su origen etimológico, la propuesta pretende reivindicar la naturaleza del museo (del latín, museum) como «lugar consagrado a las musas». Incluso, más allá de esto, la idea es ofrecerse como un espacio que sirva a los artistas para ejercer de interlocutores entre la sociedad y el Museo del Prado, traduciendo y reinterpretando su contenido.»Al igual que cada generación necesita una traducción de la Ilíada y la Odisea, cada generación necesita que nuevos artistas vayan interpretando las obras, sobre todo, de un museo de la naturaleza como es este», concluye Falomir. Desde este enfoque, estas son algunas de las propuestas que plantean los autores:José Manuel Ballester recurre a su experiencia personal para narrar su relación con el Prado,del que dice que «ha sido su mejor escuela», donde encontró lo que no pudo hallar en la facultad. «La riqueza que tiene el arte del pasado es que sigue siendo de rabiosa actualidad (…) el que cambia es el que mira, las meninas siguen siendo las mismas».Continúa Javier Vallhonrat reconociendo que nunca más había sido capaz de mirar al cielo sin acordarse de los azules de Velázquez. Reflexiona el fotógrafo sobre cómo sus visitas al Prado a lo largo de su vida habían formado una especie de filtros que operaban sobre su propia visión del mundo. Una mirada filtrada que pone de manifiesto «cómo la memoria constituye una parte de la realidad». Las fotografías del leonés Alberto García-Alix en la exhibición componen, por medio de dobles exposiciones de una misma pintura sobre un único negativo, nuevos mundos dentro del propio cuadro. Con una cuidada elección de los encuadres, las superposiciones de las distintas obras logran intensificar la esencia y el carácter de las obras del pintor original.Las superposiciones de retratos reales de Cristina de Middel, de miembros de una misma dinastía, dan como resultado una especie de monstruo. La artista crea así una imagen abstracta que destaca los rasgos más característicos de esta familia, en lo que supone una referencia a la endogamia y la perpetuación de poder en las mismas manos a lo largo del tiempo.Gonnord confronta dos retratos: una corneja disecada del Museo de Ciencias Naturales y un joven visitante del Prado que llamó su atención por su aspecto y su intensa contemplación de los cuadros. Con ello reflexiona sobre qué es lo que queda de una esencia viva al ser registrada fotográficamente.Por último, el catalán Joan Fontcuberta ha optado por fotografiar dos fragmentos de la vista panorámica continua de la Galería Central del Museo del Prado que realizó Jean Laurent entre 1882 y 1883. El objetivo es reivindicar los vestigios de esa imagen todavía material en un mundo digital y fija su atención en los deterioros que evidencian el paso del tiempo y que nos remiten a la memoria y a la historia.

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